Si les pedimos que cierren los ojos e imaginen una playa paradisíaca... aparecerá en su mente Macarella (pero con palmeras), aunque no hayan estado jamás en Menorca. Porque si por playa paradisíaca entendemos una cala de arena finísima, blanca, de aguas turquesas y tan cristalinas que hasta en las zonas más profundas se deja ver el fondo marino como si lo tuviéramos a un palmo, entonces ésta playa es Macarella. Y también Mitjana, Turqueta, Son Bou, Binidalí, Son Saura, Trebalúger... y eso si pensamos en calas vírgenes, porque también entre las playas urbanizadas encontraremos playas de inigualable hermosura, como Cala Galdana o Punta Prima, por citar sólo dos.
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